FATIDICOS ABRILES.
El diplomático
norteamericano Ephraim G. Squier,
pasaba por el itsmo centroamericano y se
da cuenta de que ya no es una colonia española y que cada
región buscaba salir a flote con su gente y sus autoridades cada quien jalando
por su lado, en su libro: Apuntamiento
sobre Centroamérica, Honduras y El Salvador,
describe sobre uno de los acontecimientos más terribles que ocurrieron en El Salvador republicano, el terremoto del 16 de abril de 1854, la noche que un fuerte sismo sorprendió a los
sansalvadoreños en plena Semana Mayor. Comenzaron a escuchar retumbos desde
horas tempranas, “ruido como el de ruedas de artillería” relata el autor, pudo
haberse tratado de un enjambre sísmico, en pleno sábado de gloria, la gente se
preparaba para la preparación litúrgica de la pascua, atmosfera, calma,
calurosa (menos que la actual), sin que ninguna hoja de árbol se moviese, a las
9:30 de la noche fue el primer movimiento, alarmó a la gente y la hizo salir de
sus viviendas, pasaron la noche en las plazas públicas y patios, cuando el rejoj dio las once de la noche , la
tierra se estremeció con feroz violencia y desplomó la capital
salvadoreña, una densa nube de polvo
cubrió a San Salvador, gente atrapada, gritando auxilio, se cayó la iglesia de San Francisco , así
como la iglesia de Santo Domingo ( Actualmente la catedral de San Salvador) y
el colegio Asunción. Se vino a tierra la
Iglesia de la Merced, viviendas, residencias y edificios públicos se
desplomaron. ¿Replicas? Claro que hubo y
mantuvieron a la gente aterrada.
Dice el autor: “ Solemne y
terrible era el cuadro que presentaba en
aquella noche aciaga una población reunida en las plazas y arrodillada pidiendo
al cielo misericordia, y llamando en agonizantes acentos a sus hijos, sus
deudos y amigos que suponían sepultados en las ruinas”.
Un dato interesante del que habla
el diplomático norteamericano: “El gobierno no descuidó en aquellos momentos de
angustia, y, que cuando se creía que las tres cuartas partes de la
población habría perecido, se encontró
que las víctimas no pasaban de 100 y como 50 heridos, contándose entre estos el
Ilmo. Sr. Obispo ( Tomás Miguel Pineda y Saldaña) y el ex Francisco Dueñas Díaz presidente Dueñas”.
166 años después, las
provocaciones del valle de las hamacas dan tregua y nos sobreviene una pandemia
que nos imposibilita, nos reprime y nos encierra, paraliza la economía y la
vida ciudadana. El COVID-19
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