lunes, 19 de septiembre de 2016

CARLOS IMENDIA: Paraíso de torogoces



Paraíso de torogoces
Por Carlos Francisco Imendia 

Los guatemaltecos tienen que adentrarse en espesas selvas para poder divisar a su escurridiza ave nacional: El quetzal (Pharomachrus mocinno). Esa hermosa ave habita en los bosques nebulosos no perturbados  entre los 1,000 y 3, 000 msnm.  Anidan en los árboles podridos de dicho bosque  alejado de sus depredadores y de los seres humanos, para avistar al ave sagrada de los mayas los seres humanos  se deben armar de paciencia, algunos guatemaltecos solo han visto al quetzal en fotos o en el escudo nacional. En 1871 es nombrada ave nacional de Guatemala, en la religiosidad maya y azteca, el quetzal estaba asociado a la deidad Quetzalcóatl  o Quezalcúat para los yaquis pipiles salvadoreños, dios de luz y bondad ; primavera, naturaleza y verdor, por eso los señores Mayas y Aztecas vestían imponentes penachos de quetzal cosidos con hilos de oro, utilizados únicamente para rituales religiosos. El ejemplo mejor conservado en la actualidad  es el invaluable penacho de Moctezuma exhibido y resguardado en el Museo de  Etnología de Viena en Austria. 

En El Salvador nuestra ave nacional es generosa,  no es necesario introducirse en la selva para avistar al  Torogóz o talapo (Eumomota superciliosa) se deja ver todo el tiempo y a toda hora, se deja alimentar y fotografiar, no hay estudios históricos  o crónicas antiguas que indiquen la reverencia por parte de los yaquis-pipiles hacia el torogóz, pero por deducción pensamos que sí lo era, además es un ave que le gusta habitar en los barrancos, que en la religiosidad maya, pipil conducen al Xibalbá o el Inframundo. En su estado de conservación  indica que el torogoz se encuentra en: “Una preocupación menor” respecto a la extinción. 

Dos naciones comparten al Pharomachrus mocinno como ave nacional, El Salvador y Nicaragua, en Nicaragua lo conocen como Guardabarranco por su misma costumbre de anidar en las barrancas, es una especie más verdecita que el tornazulado salvadoreño, cazan insectos, comen algunas frutas y hasta chiles chiltepes, tienen un canto peculiar, suave no tan escandaloso, lo distingue su antifaz de plumas que van desde sus ojos hasta su garganta , una hermosa cola con raquis desnudo que termina en plumas anchas simulando dos raquetas o péndulos. 

Recuerdo que en 1991 en el Colegio Externado San José, a la hora del recreo, por la famosa capilla triangulada, a su costado, en compañía de Ricardo Pérez L y Pedro Hernández Ch. íbamos a ver la famosa quebrada Tutunichapa, donde pasaba un riachuelo no tan contaminado, llena de bastante vegetación, zacate y chichicastes, divisábamos no menos de 20 torogoces sobrevolando el riachuelo, bañándose o atrapando algún insecto. También había unos potreros donde actualmente se encuentra  hoy la octava etapa de Metrocentro.

 El riachuelo que les cuento, es donde actualmente construyeron la famosa bóveda que extendió el famoso bulevar Tutunichapa y que últimamente generó noticia a nivel nacional ya que se formó una inmensa cárcava que se tragó dos vehículos, afortunadamente no hubieron víctimas gracias a la acción heroica de un joven Chef que transitaba por la zona. No es la primera vez que ocurre ese percance años atrás se dieron otros tres casos, gracias a Dios sin victimas que lamentar.  Mi abuelo materno, que era ingeniero y había trabajado en el diseño de algunas calles y proyectos del extinto Ministerio de Planificación MIPLAN  en vida me comentaba que el problema siempre se iba a seguir dando en esa zona por el hecho de que  rellenaron y compactaron  una antigua quebrada de forma artificial, la naturaleza busca su curso frente al desarrollo y el progreso humano, aquel paraíso de torogoces fue arrebatado por los proyectos de planificación de los gobiernos en turno  pero la lluvia y la naturaleza en su vendetta por reclamar espacios  que les pertenecieron  siguen dándoles dolor de cabeza a los ingenieros y  arquitectos; trabajadores del MOP  que vuelven  una y otra vez a rellenar la indomable quebrada.

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Carlos Francisco Imendia Guzmán

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Carlos F. Imendia, poeta.

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