lunes, 19 de septiembre de 2016

IMENDIA: SOMOS UNA IGLESIA POBRE Y SOLIDARIA



Los tiempos de conquista y colonización han quedado atrás, la Iglesia católica  estaba en la cúspide  de la élite colonial, gozaba de poder  y de los resultados  de la encomienda, de las limosnas perpetuas de los conquistadores. 

Las poderosas órdenes religiosas (dominicos y franciscanos)  que vinieron con los conquistadores de ultramar a Cuzcatlán  gozaron de la bonanza de la encomienda y construyeron inmediatamente  templos y monasterios, la cruz y la espada imperarían por cuatro siglos en la Tierra de Preseas, sin embargo la fuerza de la naturaleza  se encargaría de tumbar  esas edificaciones  en reiteradas ocasiones  en el inestable San Salvador del valle de las Hamacas.  Pero el casi inagotable fondo de Oro de Minas nuevamente redireccionaría  los recursos para la reconstrucción de la  inestable ciudad. 

El poder político de la iglesia católica dominó desde la colonia y en las vísperas de la independencia, por ejemplo las principales familias criollas de San Salvador compraban el derecho de las bancas de las principales iglesias de la ciudad para poder escuchar con atención los sermones que estaban cargados de actualidad y política; también las iglesias eran mausoleos, moradas de los restos  de ilustres personalidades y próceres. 

La gloria del poder eclesiástico fue mermando entrando el siglo XX, llegaron nuevas  sectas y conforme San Salvador fue haciéndose más cosmopolita y fue albergando todo tipo  de pensamiento y filosofía,  la incidencia de la iglesia fue reduciéndose, no así el número de católicos, ya que el país fue una nación predominantemente católica. 

La Iglesia milenaria fundada por Jesucristo, durante  décadas fue encontrando la esencia de su misma existencia, ser una iglesia pobre cuyo ideal es llegar hasta los sitios más recónditos del país con la Palabra de Dios y anunciarla a los desprotegidos y necesitados. 

Porque no basta con decir  “acepto  a Jesucristo como único Salvador”  sino con poner en practica el evangelio con nuestros semejantes , con los que sufren,  la caridad y el amor de la Palabra de Dios; hacer obra social en las comunidades sin vanagloriase y sin cobrarse el favor  como lo hacen algunos políticos y otras corrientes religiosas. 

Una Iglesia pobre, pero solidaria, que distribuye de las contribuciones que capta para sobrevivir y las reparte  a quienes las necesitan  en las comunidades marginadas y en la zona rural del país.
Es evidente que actualmente  la Iglesia Católica en nuestro país se la ve de cuadritos, déficit, falta de recursos económicos  para mantener sus templos, seminarios, parroquias y a sus trabajadores (religiosos y religiosas) . Milagrosamente con intervención divina sobreviven y cuenta con recursos para seguir ayudando a los demás. 

No hay que negar que la Iglesia cuente con bienhechores que por voluntad propia y compromiso cristiano la ayudan económicamente, pero es el pueblo, las mayorías quien con sus pequeñas contribuciones  la sostienen en el tiempo. 

Esas mayorías tienen a la iglesia como voz de conciencia, garante de la justicia y la paz; así lo podemos corroborar como la misma opinión pública consulta la percepción nacional de los jerarcas de la Iglesia en la tradicional conferencia dominical de la Catedral de San Salvador;  sustrayendo las frases más importantes y haciéndolas noticias en los principales rotativos y plataformas en internet.

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Carlos Francisco Imendia Guzmán

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Carlos F. Imendia, poeta.

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